Poética de la soledad
Hacía muchos calendarios, casi un cuarto de siglo, que el maestro dormía en una buhardilla, y hacía no sé cuántos almanaques se lo veía enhebrando palabras en solitario, y de un momento para otro se ponía a echar lengua con Sacha. En la buhardilla que le servía de asilo, se hallaba una cama sencilla, construida en guadua, parecida a esos catres que conservan en su aposento los monjes agustinos, además, se veía una mesita de noche redonda, y un taburete de un metro escaso de largo, tapizado en su asiento con tela de costal. En la mesita se ubicaba un transistor Sony, de doce bandas, y un candelero de cobre, de tres brazos, con un pucho de vela de cera de abejas, en el centro, que encendida en las noches lo acompañaba con su llama sesgada. Las paredes de la buhardilla, de arriba abajo, se descubrían forradas con papel de colgadura, color mandarina, que expelían un olor ligero a sándalo. Arrimada a la pared del lado izquierdo, se levantaba una estantería construida con tab...