De la re-invención de la política

En innumerables diálogos y tertulias en los que Nos—Otros, él, ellos y otros, platican o discuten acerca de los acontecimientos políticos, con menudeos se escucha de manera espontánea la palabra: cambio


Los inter—locutores, unos en las mesas de tertulias, otros en voz alta, otros en voz bajita, coinciden en afirmar: ¡ahora sí estamos en el Gobierno del cambio!


En las vallas, a lo lejos, entendido ese —lejos— como una inter—relación inexistente de lejanía, se alcanza a leer: ¡El cambio es ahora! !Porque llegó la hora del cambio!.

Esa palabra cambio por efecto de repetirla sin mayores resultados en concreto, la convirtieron en cliché, en frase hecha, lugar común, en frase y narrativa gastada y desgastada e inexistente, toda vez que como simple proclama lanzada desde la tribuna enardecida, tan solo expresa una abstracción cargada de emociones futuristas, pero más allá de las cargas emocionales, no se concreta en nada y, la convirtieron en consigna hueca y vacía que no llama, toca, convoca, ni atrae, que no compromete con nada, con ninguna mirada, ningún horizonte, sacudida, ni con ningún camino de cambio nuevo a recorrer.

No sabemos en cuál cuatrienio o década de las venideras ocurrirá, pero necesitamos que suceda esa re—invención de las palabras, esa re—invención de la política...


Para esos efectos no se trata de novar, re—novar, ni de re—emplazar el cuerpo de quienes de forma temporal o permanente ejercen el oficio de la política, de cara a la coyuntura mediática e inmediatista de unas elecciones, porque ese ejercicio no es privativo de ellos, no es exclusivo de quienes figuran sonrientes en los afiches publicitarios, sino que por el contrario, esa dinámica entendida como acción, intervención, participación activa o pro—activa en la toma de decisiones, también lo compromete a Usted, a otros, a Nos—otros, a nos y otros, a él a ellos y otros…

Nos compromete a todos sin exclusiones, bajo el entendido que esta democracia, así algunos la denominen endémica, asfixiante o restringida, es un proceso en que en la teoría y en la práctica, como principio, ideal, tenemos cabida todos.

La re—invención y sub—versión de la política, entendida como la búsqueda y encuentro de nuevas lecturas y prácticas, para que tome distancia de las anti—lógicas tradicionales que durante decenios han sido dis—funcionales y han caracterizado no al ejercicio de la política sino al ejercicio de las empresas electorales, no puede reducirse) al simple cambio de fachada, al mero re—emplazo ni emplasto de la pintura o maquillaje de la fachada de la casona de la finca, porque no se trata simple—mente o como coyu—untura de cambiar de colores para fijar otros colorines como alianzas, coaliciones o uniones electorales...

Porque no se trata de cambiar al jefe máximo, cabeza del Ministerio o Departamento Administrativo de que se trate, porque no se trata de cambiar al Alcalde o Gobernador de turno, ni al cabecilla de la cuadrilla de contratistas; porque no se trata de cambiar al patrón de la casona de la hacienda o del movimiento político —el que sea—, para que la disfrute y administre a su antojo, como emperador sin controles, con otros y nuevos contratistas durante los años que dure su mandato.

Porque no se trata de que sólo se lo invite, de forma recurrente, a movilizarse en marchas para protestar contra los enemigos de la democracia, contra los arquitectos del “Golpe Blando o del Golpe de Estado”, y luego de la marcha y del voceo de consignas a favor del mesías y de tan anhelado cambio, continúe la misma historia, la misma narrativa desgastada de culpar, de señalar, de injuriar, de afrentar al otro y otros del desbarajuste, continúe la misma historia de ausencia de crítica y auto crítica, como si esa historia fuera una sinfonía inconclusa.

La re—invención y sub—versión de las inter—relaciones políticas en la toma de decisiones, no puede reducirse a otra frase gastada: “Ganamos los del Pueblo”, “Ganamos los progresistas”, “Ganamos los militantes del país de la belleza” o en su contrario “Derrotamos y volveremos a derrotar a los asesinos, los nazis”, “Perdieron y volverán a perder los paracos que convirtieron a esta Colombia en el cementerio más grande de América

¿Ganaron o perdieron los de la Colombia Humana?, ¿perdieron los Vino-Tintos?, ¿Se treparon los anaranjados?  Y los otros ahora reposan en el pabellón de los quemados. 

¿Ganaron ellos? ¿Perdieron ellos? ¿Cuáles ellos? ¿Acaso ellos son los que figuran como cadáveres políticos y a quienes sus seguidores quieren revivir a punta de consignas como a Lázaros para que continúen en el oficio de lo mismo? Y a usted ¿Le pregunto? ¿Usted sí ganó? ¿Su ciudad o departamento ganaron o perdieron?

De lo que se trata en términos de re—invención del ejercicio de la política y de la re—invención de las ejecutorias gubernamentales del orden nacional, regional y municipal, no es que ganen o pierdan ellos en lo que corresponde a sus finanzas personales, pérdida o ganancia de contratos estatales con los viejos o nuevos contratistas.

Por el contrario, los avances en términos de construcción de democracia, los cuales difieren de las gerencias de unas empresas electorales, deben apuntar a evaluar de cara al proyecto de nueva democracia:

Cuáles son las ganancias o pérdidas que se logran, de forma efectiva, de cara a que las discursivas de la política se conviertan en ciudad, en la ciudad de ciudadanos vivos, no abstractos o etéreos, en la ciudad entendida como un todo, como cuerpo entero y vivo...

Necesitamos que las discursivas políticas, como reinvención de la misma, se conviertan en Nación, en vereda, en regiones con desarrollos territoriales, en Departamento, pero no solo por allá en el norte, centro, Sur, Oriente o por allá en el occidente de la región en la que usted habita como ciudadano, sino en los roles de la localía a los cuales usted pertenece y frente a los cuales usted posee sentimientos de pertenencia como ciudadano, pero no a una ciudad entendida sólo como espacio de vías públicas, sino en una ciudad en la que usted interactúa como sujeto de deberes y derechos que identifican al Estado constitucional, social y democrático de derecho.

De forma, demasiado, lamentable el ejercicio de la política se convirtió en inmediatista, y las pérdidas o ganancias electorales dependen de las dádivas inmediatistas. 

En efecto, es usual escuchar el comentario cuando alguien expresa: “es que ahora para hacer política se necesita muchísimo dinero y si no tiene es mejor que no se meta porque se chamusca y es mejor que no pierda el tiempo”.

En esa medida, es necesario reinventar la política para liberarla del inmediatismo, de las hipotecas con intereses usurarios a las que se halla sometida, para liberarla de la compra—venta de los inmediatismos, y ponerla en el lugar que le corresponde, en la vocación del servicio ciudadano, pero no al servicio del partido político y coaliciones que ganaron las elecciones, sino para ponerla en la mirada, general, concreta y ciudadana de verdaderos proyectos socio-políticos, sean estos a largo o mediano alcance.

La reinvención y sub—versión o encuentro y búsqueda de una nueva versión del ejercicio de la política, entre otras miradas, debe poseer la necesaria capacidad de salirse del espacio estrecho de las mangualas políticas, sean estas de la Derecha, de la extrema Derecha, del centro—izquierda, o de la nueva izquierda…

Debe poseer la capacidad real de convocar a todos los géneros, estratos sociales, sin diferencias de edad, movimiento cultural, animalistas, credo, raza o religión, pero en especial, debe convocar a los jóvenes, a los futuros oficiantes y profesionales, a los recién egresados de las escuelas técnicas y universidades, para que intervengan, participen e interactúen en la política, en la toma de decisiones municipales, departamentales o nacionales.

En efecto a los jóvenes, la gran mayoría de ellos desempleados, poco, nada y nadie los convoca de cara a proyectos laborales, deportivos o culturales, y cuando se los convoca tan sólo se los invita a pegar afiches, a repartir calco-manías, a fijar pendones publicitarios en los postes de alguna esquina sin nombre, o tan sólo se los convoca para que hagan parte del comité peregrino de aplausos, pero en ninguna de las discursivas de ocasión que se disparan en las reuniones políticas, ni por las redes sociales, se habla de la necesidad de integrar, convocar a los jóvenes en la toma de decisiones, como si los jóvenes no existieran, y tan sólo existieran los contratistas de turno que financian las elecciones.

Nuestra democracia, o como la quieran denominar desde la perspectiva de la crítica, no puede continuar el trayecto de la simple coyuntura publicitaria y electoral de las empresas electorales de ocasión, para luego tan solo entretener a los que participaron, en el simple conteo de los votos de los que ganaron y los votos de los que se quemaron.

Nuestra democracia debe liberarse del desánimo, la inmovilidad, del marasmo en la que la metieron y acorralaron; acorralamiento en el cual también nos hallamos metidos. La re—invención y sub—versión de la política es una necesidad histórica, y a ello apunta nuestra convocatoria, porque con el concurso de todos, es posible lograr ese propósito ciudadano.

germanpabongomez
Kaminoashambhala
marzo de 2014



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