Isabellita
Isabelita, mi negrita amocha
Hace un año te llamaron y hace un año te fuiste
hacia la morada de nuestro Padre Celestial, y te fuiste como ese barco
velero cargado de sueños que un día cruzó la bahía y nos dejaste aquella tarde
agitando pañuelos...
Isabelita, nuestra marinera de luces con alma
de fuego y espalda morena, se quedó tu velero perdido en los mares, varado en
la arena.
Recuerda que con tu mami, con Germancito y con Tamarita aún te seguimos esperando, y te fuiste meciendo en olas de plata
cantando, cantando, y te embriagó aquella tarde el aroma del mar…
Mi negrita amocha, te olvidaste que yo
golondrina del aire te estaba esperando, te llevaste contigo mis últimos besos,
mis últimos años, y te embriagó aquella tarde el olor de azahar.
Isabelita, nuestra marinera de luces de sol y
de sombra de mar y de olivo, se quedó tu silencio de rojo y arena, clavado en
el mío.
Isabelita, hace un año se detuvieron las manecillas del reloj de la memoria, y
empezamos a peregrinar en el océano del silencio hacia el eterno ayer de la
memoria con tu nombre...
Nuestra marinera de luces, hace un año la vida nos convocó a ejercer el
ministerio del dolor y la soledad sin medida.
Isabelita mi marinera de luces de sol y de
sombra y de mar y de olivo, soledad es una palabra que se desvanece con tu
sonrisa y con tu alegría en el infinito.
Hace un año te fuiste, y no ha pasado un solo
día en los que como el poema de Joaquín Sabina, buscamos un encuentro que nos
ilumine el día y a veces, tan sólo hallamos puertas que niegan lo que esconden…
Mi negrita amocha, hace un año te fuiste, y
hace un año nos mudamos a vivir en la Calle Melancolía, en esa calle donde
todos los días intentamos reinventar la existencia con tu memoria, y a cada
instante intentamos mudarnos con todos tus recuerdos al barrio de la alegría,
pero a veces, cuando lo intentamos, advertimos que ha salido ya el tranvía, y
nos sentamos en la escalera del silencio a cantar tu nombre, a cantar nuestra
melodía.
Mi negrita amocha, hace un año que en medio del naufragio entre las oleadas del
silencio, aprendimos a orar y a decir a nuestro Padre Celestial:
Gracias Señor, por los diecisiete años que nos
prestaste a Isabelita, gracias Señor por esa bendición espiritual que nos
regalaste, tú no las diste y tú la llamaste al reino de los cielos, y nosotros
te la entregamos y te la entregamos porque nuestros hijos no son nuestros hijos
ni son hijos de la tierra, sino que son hijos de Dios Todo Poderoso.
Isabelita, hija de mi alma, mi negrita amocha, amochita, sé muy bien que nos estás escuchando, y bien sabes que todos los que fuimos tuyos, ahora te acompañamos entre el oleaje del silencio.
Isabelita de nuestros amores, soledad es una palabra que se desvanece con tus
sonrisas y con tu alegría en el infinito, y la dicha espiritual de saberte
disfrutando del descanso eterno nos llena de valor para decirte: Dale Señor el
descanso eterno y que brille para ti la luz perpetua...
Isabelita en nuestro castillo habitado por el océano de los recuerdos, se ha
quedado para siempre el amor sin medida que nos diste a cada segundo, ese amor
que clama sobre el pecho destrozado de tu madre, sobre los abrazos de tu
hermano Germancito, y los abrazos de tu sobrina Tamarita…
Isabelita, Isabelita, hija de mi alma, mientras caminas por el camino de los elegidos allá en el séptimo círculo de la luz, recuerda siempre que ahora nosotros te acompañamos como viajeros detenidos en el tiempo y el silencio hasta cuando nos llegue el instante del reencuentro.
Isabelita, hace un año que no preguntaremos porque te fuiste, ni preguntaremos porqué nuestro Padre Celestial te llamó a su morada.
Esas preguntas, bien lo sabes, jamás las haremos, jamás tendrán cabida en los
labios de tu madre ni tu hermano ni en los labios de Tamarita quien cada fin de
semana te pregunta y juega con tus muñecas en tu cama.
Esas preguntas jamás las haremos porque sabemos
y sentimos en nuestras almas adoloridas, que todo tiene un propósito de
bendición y abundancia en los caminos del Señor, y ese propósito se debe
cumplir contigo allá en el cielo y con nosotros acá en la tierra.
Isabelita, mi marinera de luces con alma de fuego y espalda morena, hace un año cuando partiste te llevaste mis últimos besos, te llevaste mis últimos años y te llevaste parte de nuestra existencia, y se quedó tu silencio de rojo y arena clavado en el mío.
Isabelita, mi negrita amocha, amochita,
descansa en Paz allá en los cielos y que brille para ti la luz perpetua.
germanpabongomez
El Portal de Shambhala
Bogotá, julio de 2016
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