La importancia de aprender a jugar ajedrez en la Teoria del Caso.- Pero no como juegan Los Gatos


El ajedrez es un juego asombroso y confrontativo[1] con el funcionamiento de nuestro cerebro, al punto e intensidad que cada partida nos brinda una especie de “mirada interior”[2] sobre nuestra mente, y ese viaje interior parecido al fluir de la consciencia: es fascinante.

Pero, el ajedrez también es un juego de decisiones en secuencia, en cuyo campo de batalla no existen soluciones simplistas a disposición, pues el ajedrez no es un juego de aplicación y seguimiento de proverbios en abstracto, sino de razonamientos añadidos acerca de lo que ocurre ahí dentro del tablero y ahí dentro de nuestra mente, la cual se balancea entre el “Piensa primero y juega después” y el “Juega primero y piensa después”.

De otra parte, lo fascinante de conocer la teoría y la práctica del ajedrez con la visión hacia las buenas jugadas, está dado que en ese escenario se implican dimensiones normativas.

Ahora bien, en lo que corresponde al océano del ajedrez, para comprender la conducta de un ajedrecista debemos entender que el sentido de sus movimientos de la dama, peones, torres, alfiles, caballos, y rey, se hallan orientados por las reglas del ajedrez.

Así pues, cuando como espectadores nos detenemos en un parque y observamos a dos jugadores en modo pensativo, sentados frente a un tablero, quienes se enfrentan y mueven las fichas; por ese solo motivo, nos es dable afirmar que ellos realizan movimientos y juegan al ajedrez, teniendo en consideración las reglas del juego ciencia.

Como es obvio, para jugar ajedrez es necesario aprender a mover las fichas y, corresponde a aprender ¿cómo? se mueven la dama, los peones, las torres, los alfiles, los caballos y el rey; pero aprender a jugar ajedrez es mucho más que eso, y va mucho más allá de la circunstancia de tan solo  aprender a mover las fichas.

Aprender a jugar ajedrez, entre otros viajes interiores, por sobre todo traduce aprender acerca del ¿por qué? se mueven las fichas? pero, por sobre todo, en las frecuencias vibrantes de la táctica y la estrategia orientadas de forma secuencial a resolver dilemas y, con la visión puesta en el jaque mate al rey  de nuestro adversario.

Por tanto, en el propósito de comenzar a navegar en el molino de los recursos eficaces e interrogantes en punto de lo que significa jugar el arte enigmático y seductor del ajedrez y, acerca de ¿qué  significa pensar en la joya de jugar ajedrez? 

Imaginemos, por un momento, que, en una noche cálida de un agosto veraniego, invitamos a la casa a nuestro mejor amigo con quien jugábamos ajedrez en la cafetería del colegio, e ingresamos al campo de batalla frente a las blancas y las negras, hasta llegar la madrugada, cuando cansados suspendemos la quinta partida y decidimos continuarla al otro día.

Pero, imaginemos, también, que, al levantarnos de la mesa, en ese preciso momento, brinca el gato persa de la casa, se trepa en el tablero y, se pasea, con pasos de musgo, hacia donde ha quedado un trozo suficiente de queso holandés, y mientras se come el queso, con el rabillo mueve nuestra dama  de las blancas y la deja a merced del salto y comida por parte de un caballo adversario.

Pues bien, la circunstancia involuntaria de que nuestro gato persa hubiera movido la dama hacia un escaque, habiéndola dejado a merced del salto y sacrificio del caballo de nuestro adversario, no significa para nada que el gato hubiera jugado ajedrez, pues ese desplazamiento de la dama  hacia la guillotina inevitable, no se inscribe dentro de las reglas del juego básico del ajedrez, porque como es de suyo ¡Los gatos no juegan  ajedrez![3].

Algo asì ocurre cuando nos preguntamos ¿Qué significa pensar en el tablero de ajedrez acusatorio? Y, ese interrogante nos conduce a indagar en la transcendencia de lo que significa bucear en la táctica y la estrategia de la teoría del caso, y nos convoca a ponernos en modo de pensar estratégico y posicional en el tablero acusatorio, y en modo de pensar más allá del simple movimiento de las fichas de lo fáctico, lo probatorio y lo jurídico de la teoría del caso.

Cuando indagamos en esas preguntas, tal cual, como ocurre en el tablero de ajedrez, en secuencia se derivan otros ¿Por qué? y surgen respuestas, y entre las tantas que brotan, germina la convocatoria, la cual nos conduce a guardar en el zodiaco de nuestra memoria para que, cada vez que nos sentemos, con nuestras fichas de la Teoría del Caso, frente al tablero de ajedrez acusatorio, tengamos cuidado para evitar que brinque nuestro gato persa, y nos dañe la partida adversarial, porque al fin de cuentas:

¡Los gatos no juegan ajedrez !

germanpabongomez
El Portal de Shambhala
Bogotá junio de 2019




[1] “Jugar ajedrez puede ser confrontativo, y seguramente ayuda el poder mirar las propias performances con una sonrisa. He conocido jugadores con un anhelo de perfeccionamiento tal, que no pudieron aceptar sus defectos y abandonaron la práctica del juego. El término “confrontación”, en la oración “jugar ajedrez” nos confronta con el funcionamiento de nuestro cerebro, parece un tanto extraño. Pero, aunque se trata de nuestro propio cerebro, no parece que tengamos un gran acceso a él. Este bien conocido hecho es un tema mayor en la historia de las investigaciones filosóficas y psicológicas de nuestras capacidades cognitivas”. Willy Hendriks. Juegue primero, piense después. Sentidos y sinsentidos del progreso en ajedrez. Editorial La casa del ajedrez: Madrid. 2017. p. 5.

[2] “El modo en que jugar ajedrez nos brinda una especie de “mirada interior” sobre nuestra mente es una de las cuestiones más fascinantes que tiene nuestro juego. Aun si el punto de partida de esta fascinación es la bien conocida pregunta “¿cómo he podido hacer semejante jugada?”, la cual podría llegar a ser asimismo la pregunta “fundamental”.  Willy Hendriks. ob., cit.

[3] “Un primer ejemplo, ya indicado en el inicio de este trabajo se refiere a la práctica de jugar ajedrez. Ese juego, en las visiones de Ross, Kelsen, Weber y Hart, implica una dimensión normativa. Eso significa que, para comprender el comportamiento de un ajedrecista, debemos entender que el sentido de su acción está orientado por las reglas del juego de ajedrez. Por ese mismo motivo, solamente podemos afirmar que un individuo realiza un movimiento de ajedrez o “juega ajedrez” si toma en consideración las reglas del juego. Evidentemente el jugador podrá errar o acertar, seguir o no correctamente las reglas del juego. Sin embargo, errar en el juego no significa dejar de jugar ajedrez, a menos claro está, que el propio error sea una evidencia de que las reglas del juego no están siendo tomadas en consideración como un todo. Imaginemos ahora que un gato se pasea por el tablero mueve el peón de la posición P2R para la posición P4R. sería incorrecto afirmar que el gato está jugando ajedrez. El movimiento involuntario del animal no es considerado un movimiento en el juego, aunque ese movimiento está de acuerdo con las reglas básicas del juego. La razón de eso reside justamente en el hecho de que el animal no toma en consideración la normativa de esa práctica social. A fin de cuentas, los gatos no juegan ajedrez”. Ronaldo Porto Macedo Junior, Del ajedrez a la cortesía: Dworkin y la Teoría contemporánea del derecho. Buenos Aires: Editorial AdHoc, 2015, p. 211.






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