Aproximaciones a una Política Criminal Decente
En el lenguaje de las instituciones que tienen que ver con la pena y su ejecución, como la Fiscalía, la Procuraduría, el INPEC y el Ministerio de Justicia, desde hace décadas sin memoria, circula en el paisaje de sus tertulias una palabra convertida en lugar común, en frase hecha como es la etiqueta de "Política Criminal Integral y Coherente" y, esa tonadilla la repiten y repiten en foros, diplomados y seminarios, sin que, los foristas se hubieran ocupado en pensar la Cosa, en deconstruir el concepto, sus contenidos y realidad, acerca de:
¿Qué es lo integral, o acerca de
qué es lo coherente, o sobre qué aspectos es integral o coherente, la tan nombrada Política Criminal?
Cómo me gustaría que alguien nos diera respuestas con indicadores en punto de impactos
de eficiencia en las condiciones de intramuros, y extramuros, ¿sobré que temas o aspectos ha sido integral y coherente, la
Política Criminal?
De entrada y, sin mayores esfuerzos, los eficientistas podrán dar respuestas con estadísticas en sentido que, ha sido eficiente en capturas, imposición de medidas de aseguramiento, en aumento de penas, limitación en conceder beneficios, exclusión de otorgamiento de subrogados penales y, condenas ejemplares.
Pues bien, a eso no se le puede llamar
Política Criminal Integral y Coherente, sino resultadismos eficientistas para las estadísticas de los
informes de gestión, y pare de contar.
En ese horizonte, ¿Acaso será posible y real que puedan seguir hablando de Política Criminal Integral y Coherente?
Cuando lo cierto es que, la Política Penal --la cual difiere del
concepto multidisciplinario de Política Criminal integral y coherente--, desde hace décadas, de forma inocultable, prosigue
caminando por las trochas del denominado Estado de Cosas Inconstitucional.
Y, aquí surgen dos preguntas:
Primera. Acaso ¿será posible que aquellos sigan hablando desde sus escritorios de Política Criminal Integral y Coherente?, cuando la constante, sin reversa, ha
sido el transito por las trocheras del Estado de Cosas Inconstitucional, el cual prosigue en el Congreso de la República sin ninguna voluntad política para superarlo.
Segunda. Acaso ¿será posible
afirmar que las disfunciones y flagelos del Estado de Cosas Inconstitucional,
posee realidades de Integridad o Integralidad y Coherencia?
Pues bien, la respuesta es demasiado
elemental:
En los escenarios del Estado de Cosas Inconstitucional, lo que se refleja, de
bulto, es la ausencia de Coherencia y ausencia de Integridad o de Integralidad.
El Estado de Cosas
Inconstitucional, dice relación con problemas graves de carácter estructural,
problemas que se han recogido en varias acciones de tutela, como las relativas
a la seguridad social de los funcionarios (SU-559/97, T-068/98, T-535/99 y
SU-090/00), al hacinamiento en las cárceles (T-153/98), a la deficiencia en la
protección de los defensores de derechos humanos (T-590/98), a los desplazados
(T-025/04) y al derecho a la salud (T-760/08).
Pero el Estado de Cosas
Inconstitucional, no solo afecta a los pabellones de los establecimientos
carcelarios, en temas de hacinamiento desbordado, salud, alimentación,
infraestructura, violación de derechos humanos, sino también a las Estaciones
de Policía y URIS de las ciudades capitales.
Lo anterior se debe a las omisiones, a la falta de voluntad, compromiso y responsabilidad de los entes
territoriales, en el cumplimiento de sus deberes legales con la Política
Criminal de los privados de libertad en Estaciones de Policía y URIS.
Conforme a lo anterior, no es posible que desde las
instituciones sigan hablando de Política Criminal Integral y Coherente, mientras subsista el
Estado de Cosas Inconstitucionales...
Por tanto, ya es hora, de que dejen de
confundir la Política Criminal integral y coherente con el capturerismo,
el aumento de penas, la exclusión progresiva de beneficios y subrogados
penales, el condeneismo ejemplarizante, el populismo y
expansionismo punitivo.
Lo anterior, porque el
populismo punitivo no tiene nada de integral ni nada de coherente y el expansionismo punitivo, menos.
En igual sentido, ya es hora de
que dejen de confundir la Política Criminal integral y coherente, con la mirada
arquitectónica del ladrillo y el cemento orientada tan solo a la creación de cupos. Desde luego que, corresponde construir
más pabellones y establecimientos penitenciarios y aumentar los cupos para seguirlos
llenando, pero entiéndase que la Política Criminal integral y coherente en su
estado del arte, va mucho más allá de la visión simplista arquitectónica.
Con el populismo punitivo,
creación de nuevos tipos penales, aumento de penas, exclusión de
beneficios y subrogados penales, limitaciones a la libertad condicional y
restricciones a detenciones domiciliarias, lo único que se hace es dar
gusto a las galerías, con fines exclusivamente mediáticos y fines
electorales.
Hablando de la realidad de la resocialización sus retos y obstáculos, sería
sensato que dejaran de confundir la resocialización con la redención de pena,
en el exclusivo propósito de las rebajas correspondientes.
En igual sentido, pensando la resocialización en condiciones de mínimos de dignidad, corresponde reinventar esa categoría.
Lo anterior, bajo el entendido de que no tiene cabida concebir la resocialización en condiciones de indignidad, y menos en condiciones de
hacinamiento carcelario:
A partir de las enseñanzas de Avishai Margalit en su libro
intitulado "La Sociedad Decente”, consideramos que es necesario
apostar a la construcción como agenda y política pública de una Política
Criminal Decente, entendiendo como Sociedad decente, aquella cuyas
instituciones penales, carcelarias y penitenciarias que no humillen —no en sentido
literal, sino en concepto amplio— a los privados de libertad.
Una sociedad decente y una
política criminal decente, es aquella que combate las condiciones que justifica
que quienes formen parte de ella se consideren humillados (Avishai Margalit, p.
22).
Una Sociedad Decente y una
Política Criminal Decente se puede definir como aquella que no transgrede los Derechos de las personas privadas de la libertad que dependen de ella.
No sacamos nada con seguir
pregonando la vigencia de un Estado Constitucional, Social y Democrático de
Derecho, desde una perspectiva puramente formal, si a ese proyecto de Estado
Constitucional no se le inserta la práctica cotidiana de la decencia, y eso
aplica no solo para la Política Criminal, sino también para la vigencia, realidad
y garantía de los indistintos Derechos fundamentales.
En esa
mirada, una Política Criminal Decente, en el cometido de
hacer reales los fines de la pena consagrados en el art. 4º de la Ley 599 de
2000 (retribución justa, prevención general, reinserción social y protección al
condenado), apunta a invertir con sentido social en la dignidad
humana de los privados de la libertad, y si eso se logra, las
ganancias de la sociedad civil son inmensas, pero quizás, eso como voluntad política, no lo han logrado entender
quienes a la fecha por acciones u omisiones mantienen el Estado de Cosas Inconstitucionales.
La Política Criminal Decente,
logrará su componente y práctica de Decencia, el día en que de verdad se
cumplan las funciones de la pena, y éstas dejen de ser letra muerta, como normas
rectoras de la Ley penal colombiana, y por sobre todo, el día en que se
comience a pensar en la resocialización como agenda y política pública y, se
comience a pensar serio en penas alternativas a la de privación de libertad.
La resocialización al interior de
los establecimientos carcelarios ha avanzado y eso hay que reconocerlo, pero navega
en limitaciones institucionales, por la sencilla razón de que no existe como
Política Pública Colectiva, con amplia cobertura, al interior de los
establecimientos carcelarios, lo cual no significa que de forma fragmentada se
hayan logrado resultados de resocialización.
El hombre se socializa a través
del trabajo, pero por sobre todo a través del goce y disfrute del Derecho al
trabajo, pero este Derecho a resocializarse se restringe en las
cárceles, porque antes que un Derecho y función de la pena, se
convirtió en un privilegio costoso, toda vez que, en algunos
establecimientos penitenciarios para acceder al Derecho al trabajo, se les
cobra a los privados de libertad.
La resocialización padece de crisis desde décadas sin memoria, porque la concepción real de cárcel
del ayer y del ahora, entendida como aparato, es un lugar de encuentro con el olvido y el abandono en donde solo funciona la pena como retribución, de donde resulta que, por principio, a la cárcel no se la ha concebido para resocializar a los privados de la libertad.
Por el contrario, lo que si aumenta en progresiones geométricas es la
desocialización y degradación de la dignidad humana debido al hacinamiento
carcelario alarmante evidenciado en unos establecimientos carcelarios más que
en otros, el cual que se halla al punto de convertirse en tratos crueles
inhumanos y degradantes...
La resocialización es un concepto
etéreo sin asiento, sin aprehensión ni empoderamiento colectivo en la realidad
de los patios, pabellones de los establecimientos carcelarios, Estaciones
de Policía y URIS y, es un concepto etéreo porque las personas privadas de la libertad no tienen dolientes en el Congreso de la República, sencillo, porque invertir en la resocialización y en la política criminal integral y coherente no produce votos en las elecciones.
La cárcel y su esencia como espacio de restricciones donde purgan
penas quienes han lesionado bienes jurídicos tutelados, dejando víctimas, no
puede convertirse en un lugar de privilegios ni en lugar de paso para el disfrute
de vacaciones recreativas... aun cuando se han evidenciado eventos en los que
en pabellones especiales el supermercado y la compraventa de privilegios
funciona de forma cotidiana al ritmo de las ofertas y demandas…
Lo anterior, porque en los pasillos, patios y pabellones de las cárceles: ¡Casi todo vale y casi todo cuesta! e indistintos son los vendedores, cobradores y compradores.
En modo construcción de una sociedad decente, no es difícil afirmar que, sólo el día en que la cárcel —como símbolo y
realidad— deje de ser el supermercado de cohechos y concusiones que ni a la Procuraduría ni a la oficina de asuntos disciplinarios del INPEC les importa investigar, deje de ser la fábrica de la indignidad, el telar de las humillaciones, el
taller de la ignominia, el regadío de los odios y, se olvide de fabricar difuntos en
vida...
Y, sólo el día que deje de ser el cementerio de los hombres medio objetos,
medios cosas, medio vivos y medio muertos... y las mazmorras de la prisión
dejen de ser las sucursales de los patios del infierno... y no estoy exagerando…
Y, solo aquel día en que se conviertan en fábricas para empoderar la dignidad
del hombre privado de la libertad en su Derecho al trabajo..
Y, sólo el día en que las instituciones educativas ingresen a los pabellones a
sembrar proyectos de vida en cautiverio, con miras a la siembra y cosecha de proyectos de vidas en
libertad... sólo ese día podrá hablarse de resocialización, entendida como
política pública real.
Como aproximación, podemos afirmar que una Política Criminal Decente es aquella que no humilla a los privados de libertad, toda vez que, las personas privadas de libertad, o condenadas por indistintos delitos, incluidos lo peores criminales, merecen un respeto básico, pues siempre existe la posibilidad de que reevalúen su camino andado.
Por tanto,
respetar a los seres humanos, personas privadas de libertad, significa no dar a nadie por perdido.
Una Política Criminal decente, es
aquella que piensa la cosa más allá de las rejas y calabozos, más allá del ladrillo, y el cemento de nuevas celdas y, más
allá del populismo y expansionismo punitivo, el cual se alborota antes de las elecciones y sigue alborotado después de los comicios electorales.
Una Política Criminal decente es
aquella que no humilla a los privados de libertad, y una de las formas de
humillar al otro es la de negar el Derecho a la resocialización como fin de la
pena, y esa negación camina cuando al privado de libertad se le niega
la posibilidad de sentirse persona productiva, o mejor persona con Derechos... cuando lo
convierten en Objeto, en una Cosa, en un Número más de la montonera en modo de escapulario colgado al cuello, de tantos a quienes se les
niega el Derecho a reinventar su proyecto de vida, tan sólo condenados al ocio, condenados al olvido y a la sin memoria.
Corresponde aprehender una cosa elemental,
que las personas pierden la libertad, pero no pierden el Derecho a la dignidad, no pierden el Derecho a los mínimos de dignidad, y al perder la libertad, tampoco
pierden el Derecho al trabajo.
Que sueño fantástico sería, que
los privados de libertad de escasos recursos económicos, al salir de la
prisión pudieran regresar a la sociedad con un proyecto productivo que
les permita volver a sentirse ciudadanos y personas productivas; quizás las instituciones pudieran pensar en un Fondo que los financiara, en el cometido de que al
regresar al barrio de su ciudad o población de origen se logren reintegrar en
condiciones de dignidad laborables.
En suma, una Política Criminal Decente, es aquella que comienza
a pensar menos en ladrillo y cemento, y es aquella que, en los establecimientos
carcelarios y penitenciarios, apuesta a construir Ciudadanía, apuesta a
empoderar Ciudadanos, más no simplemente a custodiar objetos, medio vivos,
medio cosas, medio muertos, medio difuntos...
Excelente..amigo Germán que nitidez y objetividad..deseo hablarte soy defensor de derechos humanos
ResponderEliminarCON TU PINCEL ORAL, PUNTUALIZAS UNA REALIDAD CARCELARIA EXCALOFRIANTE Y UN PODER POLITICO Y PUNITIVO INDOLENTE, GANDUL, HARAGÁN E INFECTO.
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