Gracias Popayán.- Por el Maestro Luis Carlos Pérez Velasco
Por: El Maestro de derecho
penal Luis Carlos Pérez Velasco,
en su intervención el
6 de diciembre de 1969 en el Paraninfo Caldas de la Universidad del Cauca.
(El Texto suministrado, fue suministrado por Julián Pérez Herrera)
“Esta vez,
querida Popayán, me obligas a hablar de mí mismo. Pero ninguno de mis
ingredientes me pertenece a plenitud, porque los tomé de ti o porque tú me los
diste, de modo que si los insinúo ahora para que sobrelleven tu exaltación,
apenas descubro en ellos mínima parte de tu obra, rodada, como muchas de las
que inicias y lanzas a la temperie del mundo, entre duelos y cambios,
realizaciones y esperanzas.
"Un hombre es su ciudad y una ciudad es el ser
transferido y mezclado. Es así como no puedo menos de aclamar tu nombre cuando
a mí me llaman, ni desatender tu significación cuando se examina la mía. Somos
los mismos, aunque nuestras dimensiones varíen. Déjame, pues, decir cosas de
los dos esta noche que añade tanto a la insuficiencia de mi vida.
"Primeramente observo que a pesar de los elogios
que te prodigan, no siempre quedas en lugar adecuado, porque se te revela como
un conjunto de cenotafios que logra la paz por el lúgubre inmovilismo y cultiva
el pasado por el cansancio para seguir adelante. Y tú no eres esa quietud de
tierra labrada y ya agotada, ni padeces la incuria de las cercenaduras
históricas.
"Un silencioso
pero efectivo hálito de rebeldía se siente en tu suelo y en tu cielo, en tus
colinas edificadas con terrones humanos, en tus colinas edificadas con terrones
humanos, en tus calles y casas enlucidas por legiones universitarias, y en tu rio
que es toda una filosofía y una práctica de la acción.
"Te desconocen
quienes admiran tus tejas fatigadas y no la vibración interior. No siempre la
vejez es decadencia y los pueblos no declinan sino momentáneamente, en acopio
de otros incentivos.
"Tu juventud
viene de adentro y es capaz de llevar sus torrentes muy lejos. Porque no eres
un municipio, sino un continente poblado de signos intelectuales, de donde se
toman préstamos que no devuelven y donde arranca una dominación que se
convierte en servicio. Lo afirmamos quienes no hemos hecho tu grandeza, pero
estamos dispuestos a preservarla con nuestros trabajos y una sucesión de nuevos
sueños.
"Nadie negará tu maternidad de capitanes, ni tu
solvencia en científicos, letrados y cultores del verso. Así describen tus
rasgos esenciales, y está bien porque esos símbolos son los remates de tus
construcciones, las agujas góticas que ubican a distancia un monumento erigido
en pausas seculares. Pero no hay monumentos solo de aire y luz, de acordes y
fantasías.
"Sus piedras se
elevan desde los niveles populares que no se ven, como no se ve la fuerza que
se consume en el fruto, ni la energía que crea y transforma el universo. Los
poderes máximos han sido poderes invisibles. Sólo la ciencia contemporánea los
descubre y utiliza.
"Al pie de tus
ascensos y como autor principal de ellos, está un pueblo, estos soldados sin
los cuales ningún capitán hubiera ganado batallas. Estos fervientes sensitivos
que hacen resonar las estrofas.
"Están los artesanos que labraron tus cruces,
moldearon tus vasijas, tallaron los arcones y apretaron los gruesos muros a
prueba de conmoción. Están los que vivieron, antes de ser escrito, el enorme
infolio de tus méritos.
"Está, en fin,
el aliento colectivo que te ha dado mesura, pues bajo los aleros y dentro las
puertas fluye en genio que califica la obra y sorprende las intenciones, un
genio crítico que no se deja engañar aunque acaso aparente lo contrario, porque
ese genio es también benévolo e insinuante y tiene piedad para no herir con la
crudeza de las mediciones exactas.
"Este fondo de saber e intuir, de gratas condenas e
incomodas absoluciones, ha depurado la producción de tus hijos. Porque tu
Popayán, das el impulso pero sofrenas la marcha.
"Tu generosidad
tiene algo de ascético. Eres maestra porque instruyes e imprimes disciplina.
Aplaudes y vigilas. Aconsejas y juzgas. Salirse de tus líneas es tan peligroso
como no transitarlas. Tu valoración de los actos es terriblemente fundada.
"Encuentras el
tesoro en una montaña de hojarasca, la verdad entre un cardúmen de sofismas, e
impones tu compostura al desaliño y la extravagancia. Las casas anchas y el
domicilio del obrero son, como la tertulia de la esquina y de los talleres,
gabinetes de auscultación, porque antes de dormir y conversar, piensas, y el
pensamiento busca su relación con el del semejante. Disciernes nuestras
capacidades y al exigirnos rendimiento demuestras cómo has perfeccionado ese
raro sentido de la justicia moral.
"Dejo de lado las explicaciones sobre esta
condición porque ello llevaría a campos dispersos, enfrentando criterios, y no
quiero aparecer cargado de tesis a un acto que preside tu cariño, unifica la
emoción y singulariza el reconocimiento.
"Eres así y
bien parece esa inherencia a tu figura conductora. No hay que preguntar por qué
eres, sino cómo eres. Y admitimos tu pesquisa inexorable que nos obliga a limar
asperezas, superar errores y subir hacia donde apunta la noble ambición, porque
si detenemos la empresa nos confinas y derrotas en el corral de las medianías.
"Tú puedes sondear nuestra conciencia y llamarnos a
rendir cuentas. No tienes incógnitas sobre nuestra conformación. Y te asiste el
derecho de indagar cómo hemos respondido a tu enseñanza.
"De mí debo
contarte que algo he logrado, aunque muy poco comparado con las aspiraciones y
con lo que este homenaje significa. Tu largueza hacia mí se emite sin reservas.
El calor de tu brazo es para cargas victoriosas, descubrimientos decisivos y
construcciones culturales ya consolidadas. Pero mi aporte apenas comienza a
mostrarse.
!Tiene sabor y rumbo, faltándole la el riesgo lento de la
confrontación que otorga calidad y permanencia. Está cuajado de propósitos,
pero incompleto, como toda obra, máxime en una época de conquistas superiores.
"Sin embargo, la distinguen tres notas: Su sinceridad para conformarlo según mis
convicciones, su lealtad para no defraudar esa estructura y su entusiasmo para
trasladarlo, porque sin este factor la conducta más semeja postura de eruditos
que posición de hombres.
"Las tres notas flotarían sin oficio si no estuvieran
en defensa de una finalidad común: contribuir al desarrollo de Colombia
programado en las luchas de los desposeídos, desde cuyas formaciones vengo, a
quienes he acompañado y con quienes espero el gran día de la libertad, que no
sólo será de ellos sino de los que en todas partes costean la holganza de las
minorías afortunadas.
"Tu estimulante condecoración viene con las
palabras de Benjamín Iragorri Díez, vástago de tus selecciones, selección él
mismo, si por la hidalguía que encarna, si por la devoción a distintas artes,
si por su inspiración alerta para las más modernas e intrincadas formas del
pensamiento jurídico y social.
"Este heraldo
me comunica tus anhelos y ese tu columbramiento de cimas. Como tú, ha rebasado
los términos que convienen a mi empeño, pero recojo tu equitativa mención de
Matilde Espinosa, compañera sobre cualquier otro título, presencia suficiente
para el diálogo, radar en el espacio de las investigaciones, rosa autónoma que
elabora su esencia y la reparte en ondas de belleza y de consuelo.
"¿Cuál la síntesis de los hoy premias en mí? No es,
claro está, la que consigna mi amigo Iragorri. Simplifiquemos por mil las
materias para valuar su contenido en bloque. El interés por las ciencias
integradas del crimen se debe a la trascendencia que para mí tiene el hombre,
por sobre todas las riquezas y todos los principios.
"El autor de un
delito es uno de nosotros e indica cómo se encuentra nuestra armadura personal
y las fallas de la organización colectiva. Se mueve, como nosotros, dentro de
tres nociones cuyo alcance no siempre previene: la ley, el juez, la cárcel.
"He aquí, para
el criminalista, los tres motivos de un drama que por desgracia convoca escasos
auditores. El ruido del mercadeo, la urgencia de notoriedad y el choque de las
influencias, impiden informaciones originales sobre estos tres elementos que
precipitan y concretan doctrinas, la consistencia de los sistemas y el país
donde se actúa, siempre se encontrarán estas surgentes con cauda de confusión y
divisiones, pues no se tratan de simples metodologías sino de auténticas
concepciones políticas.
"Todo examen
sobre el derecho y la naturaleza del hombre y de los grupos regresa a esos temas
centrales, sin que ningún rodeo dialéctico logre evitarlos.
"Hay que contemplarlos de frente y adoptar
actitudes definidas sobre su finalidad. ¿Por qué existen y cómo funcionan? La
ley es un instrumento artificial, como las fábricas y cosmonaves.
"Se mantiene
por el consentimiento común, pero puede destruirse o suplantarse. Mientras se
aplique no hay que concebirla como una espada sino como un camino. La espada
deshace, el camino conduce. La espada es corta y la manejan pocos. El camino lo
transitan todos. La espada prolonga su muerte en los museos y los aminos son
tierra que se volatiliza en el tiempo.
"El juez también es uno de nosotros. No es un
verdugo sino un maestro. El extravío de su magisterio desprestigia y anula la
vara que se le confía para que gradúe las estaturas, porque la justicia se
administra con desequilibrios y no hay peor decisión que la que supone igualdad
de situaciones y aptitudes.
"Se dice que la cárcel es lugar de condena. Y debe
serlo para algunos. Pero para otros es una bárbara reminiscencia. La cárcel
verdadera somos nosotros, es contienda íntima y nada va a hacernos sentir más
de lo que expiamos en la tragedia de la equivocación y del arrepentimiento.
"Son, querida Popayán, indagaciones destiladas en
fórmulas que me han torturado en ese peregrinar a que se ha referido tu vocero.
Es la filosofía que leerás en mis libros, secretarios verídicos de cuanto he
buscado, a los cuales, sin embargo, vuelvo incesantemente con acusadoras
rectificaciones. Y aquí me tienes, con ese exiguo equipo, para que me juzgues
como quiero que hagas todo enjuiciamiento, con cierta dosis de rigor pero con
la diserta amplitud de tu clemencia".
Luis Carlos Pérez Velasco
Popayán, sábado 6 de diciembre, 1969
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