El artista de los puñales


Solitario, hecho tirones, bañado en sangre, medio difunto, arrinconado en las tablas por el matador de turno y peones de brega, quienes lo lancean y obligan a girar en círculos para emborrachar la agonía, el toro de casta mira hacia la arena, los tendidos, mira al artista que disfrazado con traje de luces esmeralda y oro viejo, lo tortura con la espada de descabello.

Entonces, mira a su verdugo, a quien abuchean por no haber logrado acertar con el acero, agacha la cabeza, se la ofrece para su colección de trofeos, y de repente imagina que puede volar como el águila que a esas horas desciende y picotea, en el centro del ruedo.

Al artista de los puñales, no le importan las rechiflas de esa tarde, lo que único que le interesa es asesinar a su enemigo de turno, uno más en la lista de sus manos untadas de exterminio.

Comienza la orgía, el reloj marca las tres y media de la tarde del domingo, rechina el clarín, que anuncia su salida, abren la puerta de los sustos, chorrean aplausos, la manzanilla en las gargantas sedientas de verónicas y molinetes, el viento con aroma de sevillanas sopla sobre la figura del artista, pero el toro de casta no entiende cómo es que la muerte se atreve a desfilar en puntillas, camuflada de esmeralda y oro viejo, acompañada de aplausos y pasodobles.

El toro de casta corre, remata en los cinco burladeros, pasa, mira a los peones de brega, advierte que esa tarde de picadores, espadas y banderillas, lo esperan para deleitar a quienes embriagados de manzanilla, brindan cuando la estocada es certera.

Pregunta por el nombre del artista encargado de su ejecución, quien pidió permiso a la Presidencia para asesinarlo, y cuando la montera cae boca arriba sobre la arena, el tatarabuelo se le aparece y susurra:

-Al artista de los cuchillos, allá en el barrio le dicen Curro, se llama Francisco, pero algunos periodistas en las trasmisiones de la radio lo llaman !Maestro!

-Abuelo, no entiendo lo que me dices- contesta el nieto de casta.

-Embiste muchacho, embiste con bravío y nobleza, no te canses de embestir sin derrotar a tu verdugo, porque si embistes de manera repetida y ligada en redondeles limpios y exactos, hasta de pronto te indultan, saludan con llovizna de pañuelos blancos, perdonan el arrastre, y devuelven a tu potrero de origen- le contesta el abuelo.

Los hijos del toro de casta, allá en la hacienda, en una noche de sevillanas, alcanzaron a escuchar a unos periodistas quienes comentaron que Curro, el hijo mayor del ganadero, próximo a recibir la alternativa, no es tan efectivo con el estoque, y que a todos sus enemigos los despachaba con cuchilladas de descabello.

El toro de casta no tiene apellidos, pero según dicen los más viejos, dizque tiene muchos hermanos que se llamaban Islero, pero no Islero a secas, sino Islero de la Semilla, Islero del Arado.

Los potreros de la hacienda guardan el secreto de quienes esperan el próximo domingo para morir apuntillados, y lograr unos abucheos o aplausos cuando los arrastren por la arena.

El toro de casta, antes de recibir la última estocada, abre los ojos, mira a su verdugo, y exclama:

-Abuelo, Abuelo ¿Por qué será que las puñaladas las confunden con la obra de arte?


germanpabongomez
Bogotá, febrero de 2016
El Portal de Shamballa-


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