A la memoria de mi hija Isabela, instantes con sabor a infinito de aquel 23 de julio de 2015

 

Cuando inicié la maestría en creación narrativa en la Universidad Central, el Maestro Isaías Peña Gutiérrez nos enseñó que en el universo del cuento y la novela todas las vivencias son susceptibles de transitar de la realidad a la ficción para describirlas.

Pero, más allá de la realidad mutada en ficción narrativa, hay instantes indescriptibles en los que, en milesimas de segundo, se detienen las manecillas del reloj, y la vida nos convoca a navegar en el océano del silencio helado, hacia el ayer de la memoria de nuestros seres más amados...


Son instantes con sabor a infinito, donde de manera inesperada la vida nos convoca a oficiar el ministerio del dolor sin medida, sin palabras, en los atajos de la tierra desolada, donde no tienen cabida las palabras y, cuando al pronunciarlas nuestra alma se consume y purifica entre las brasas del fuego lento...

 

Son esos instantes cuando el castillo de las ilusiones se derrumba en avalanchas y la ternura se aferra al cristal de los recuerdos.

 

Hay instantes, donde vivimos entre el ahora y el no ahora, entre el ser y el no ser, o como diría Jean Paul Sartre, instantes comparables entre el ser y la nada.

 

Como en el poema de Joaquín Sabina, hay instantes en los que buscamos un encuentro que nos ilumine el día y, tan sólo hallamos puertas que niegan lo que esconden…

 

Son esos días en los que cruza por nuestras miradas un tren interminable, donde el barrio en que habitamos no es ninguna pradera, se convierte en desolado paisaje poblado de soledad perdida en el desierto, de soledad sin nombre y sin brújula detenida en medio de la noche...

 

Hay instantes como este ahora y no ahora, donde vivimos en la Calle Melancolía, en los que deseamos reinventar la existencia y mudarnos con todos nuestros recuerdos hacia el barrio de la alegría, pero siempre que lo intentamos ha salido ya el tranvía, y nos sentamos en la escalera del silencio a cantar nuestra melodía.

Hay instantes en los que navegamos a bordo de un barco a la deriva que viene de la noche y se dirige a ninguna parte, a ningún encuentro, a ninguna espera, a ninguna esquina…

 

Son instantes con sabor a infinito en los que sólo navegamos hacia el encuentro y desencuentro con nosotros mismos…

 

Hay instantes, donde nuestros pasos avanzan con su levedad por el sendero del vacío encadenado al vacío, hacia esa cadeneta interminable de preguntas, en las que sospechando las respuestas no se encuentra respuesta para ninguna pregunta…

Pero, en medio del naufragio entre las oleadas del silencio escarchado, muy de cerca escuchamos una voz que nos susurra como rocío: “Entre tus manos está mi vida Señor, entre tus manos pongo mi existir”.


Y, en medio del naufragio también alcanzamos a escuchar la voz de Dios cuando nos canta: “Hay que morir para vivir, entre tus manos pongo mi existir”:


En este ahora, lo pensamos y sentimos que Jalil Gibran nunca se equivocó, cuando en su poema nos cantó: "Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida, deseosa de sí misma"..


Nuestros hijos, en verdad, no son nuestros hijos, no son hijos de la vida deseosa de sí misma, sino hijos del Padre eterno, y cuan difícil resulta, a veces, aceptar los designios de nuestro Padre Celestial, los que siempre son perfectos.


Después de tantos años de orar, en familia, el Padre Nuestro, pudimos llegar a comprender el sentido trascendente de las palabras, de aquellas semillas vivas, cuando Jesús de Nazareth Jesús nos enseñó a orar:

 

Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo.

Nuestra voluntad de padres terrenales fue la de aferrarnos a Isabelita, pero, la voluntad de nuestro Padre Celestial fue la de llamarla, en alta mar, a su morada, y en medio del dolor, sin orillas, pudimos comenzar a aprender que nada es nuestro, que nada nos pertenece, y pudimos comenzar a aprender la ley espiritual del desapego…


Por eso, tan sólo podemos orar para decirte: gracias Señor, por los diecisiete años que nos prestaste a Isabelita, gracias Señor por esa bendición espiritual que nos regalaste, tú no las diste y, hace ocho años, aquel 23 de julio de 2015, la llamaste a tu reino de los cielos, y nosotros te la entregamos porque nuestros hijos no son nuestros hijos ni son hijos de la tierra, sino que son hijos de Dios Todo Poderoso.


Isabelita, hija de mi alma, Isabelita mi negrita amocha, amochita, vos sabés y, bien lo sabés que todos los que fuimos tuyos, ahora te acompañamos entre oleadas y oleadas de un silencio escarchado, sin reposo...


Isabelita de nuestros amores, soledad es una palabra que se desvanece a cada instante en tu memoria de niña prolongada en los días, con tus sonrisas de ángel, con tu alegría allá en el infinito, y la dicha espiritual de saberte disfrutando del descanso eterno nos llena cada día de valor para decirte: Dale Señor el descanso eterno y que brille para ti la luz perpetua...


Isabelita, en nuestro castillo de sentimientos que navega en el océano de recuerdos, se quedo para siempre el amor sin medida que nos diste en cada segundo de tu existencia, ese amor prosigue palpitando en el corazón destrozado de tu madre, entre los abrazos de tu hermano Germán, de tu abuelita, tu sobrina, tus tías, tíos, primos, primas y de todos tus amigos y compañeritas del colegio.


Isabelita, Isabelita, hija de mi alma, mientras caminas por el sendero de los elegidos allá en el séptimo circulo de la luz, recuerda, siempre, que en este ahora te acompañamos como viajeros detenidos en el tiempo y el silencio hasta cuando nos llegue ese instante del reencuentro.


Isabelita, mientras llega el tiempo en que doblen las campanas de nuestra existencia, no preguntaremos porqué te fuiste, ni preguntaremos porqué nuestro Padre Celestial te llamó a su morada. 


Esas preguntas, nunca las haremos y, no tendrán cabida en los labios de tu madre ni tu hermano quienes, también, son dos instantes con sabor a infinito, y no preguntaremos porque sentimos en nuestras almas adoloridas, que todo tiene un propósito de bendición y abundancia en los caminos del Señor, y ese propósito se debe cumplir contigo allá en la casa del Padre y con nosotros acá en la tierra.


Isabelita, mientras llega el tiempo en que doblen las campanas de nuestra existencia, no preguntaremos nada y, no preguntaremos nada, porque cuando partiste de regreso a casa, te llevaste en tu vuelo, parte de nuestra existencia.

 

Isabella, hija de mi alma, mi negrita Hemocha,

marinera de la novena dimensión y galaxias,

capitana de océanos y marejadas, 

vos sabés

y nadie más que vos sabés

mi águila de lunas

que aquella tarde de julio

cuando nuestro Padre Celestial te llamó en alta mar

hacia la luz perpetua

y te fuiste colmada de sueños

hamaqueando entre oleadas de un silencio escarchado

danzando y danzando

te llevaste en tu vuelo de retorno a casa

mis últimas caricias

mis últimas primaveras

y me dejaste agitando sollozos al cosmos

sentado en la barca del dolor sin orillas

abrazado a tu memoria de niña

a tu sonrisa de ángel

remando sin remos

soledades sin nombre…

 

Isabelita, mi negrita amocha, amochita, descansa en Paz y, que brille para ti la luz perpetua.

 

Tu papá

Kaminoashambhala

Bogotá, julio de 2023

Comentarios

  1. Son gritos del alma, hermosas palabras. Un abrazo.

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  2. William Herrera E.25 de julio de 2023, 19:08

    Dolorosamente hermoso...

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  3. Que hermoso y que triste

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  4. Doctor Germán... Enmudece el alma al leer tu sentido y hermoso poema a tu hija.. Nunca entenderemos porque suceden cosas.. Porque nos golpea el destino.. Y porque parten primero seres queridos qué deberían estar entre nosotros. Recibe nuevamente un fuerte abrazo de solidaridad.

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  5. Hermoso poema. Abrazos

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  6. Mis lagrimas brotan con facilidad al leer este hermoso texto en homenaje a su hija Isabella, gracias por compartirlas.

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  7. Palabras con dolor, resignación y amor infinito.

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  8. Apreciado tocayo, cada que mueves tu mente para servir a los demás, porque lo haces a cada instante y sin solución de continuidad sin dejar milésima de segundo de hacerlo, traes a tu hija a sus vidas y a nuestras vidas, aún sin conocerla, como si siempre la hubiéramos conocido. Qué lindo homenaje con creación literaria que te caracteriza como el mejor. Te quiero mucho amigo.

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  9. Que homenaje tan bello de un padre para su hija, escrito con el corazón . Que lindo aceptar los designios de nuestro padre celestial y reconocer la profundidad del amor.

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  10. Nos hace mucha falta Isa.

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